La Laja estuvo presente el pasado sábado (11 de junio de 2011) en la asamblea organizada por el movimiento 15-M de Conil. Nuestra intención era conocer de primera mano como se estaba desarrollando este movimiento en Conil; cuáles eran sus intenciones y reivindicaciones; su capacidad de reclamo; y sus bases organizativas.
Desde el ideario de La Laja en defensa del patrimonio cultural y natural de Conil, siempre hemos denunciado la preponderancia y prioridad que el equipo de gobierno y el conjunto de los políticos municipales han dado a los intereses económicos, mercantiles y de negocio empresarial sobre la conservación, respeto y puesta en valor de bienes culturales y espacios naturales al servicio y disfrute de los ciudadanos.
Son estos puntos los que en principio nos unen con este movimiento reivindicativo, y el motivo de que acudiéramos a este encuentro. Las sensaciones e impresiones con las que nos fuimos fueron contradictorias. Nos alegra enormemente el impulso que muchos jóvenes comprometidos están dando a sus reclamaciones, su ímpetu y determinación por empezar algo que consideran puede llegar a cambiar la sociedad, y que desmiente con claridad aquello de la “generación nini” con la que todos fueron definidos en su momento.
Por otro lado, la presencia heterogénea de personas de todo tipo y edad, cada una con su problemática personal y con sus motivos para estar allí, son un motivo para la esperanza de que podemos ponernos de acuerdo viniendo desde distintos pensamientos y diferentes coyunturas socio-económicas y laborales, teniendo sólo como objetivo común defender el bienestar de las personas y sus derechos.
Sin embargo, sí percibimos algunos factores que no nos gustaron y que creemos que los socios y amigos de La Laja deben conocer para valorar adecuadamente cómo es y quién participa desde dentro en esta iniciativa.
La primera de estas consideraciones tiene que ver con el momento que se eligió para realizar el acto; las 20:00 horas. Como todo el mundo sabe, ese mismo sábado, y en ese mismo lugar, Iglesia Santa Catalina, se llevaba a cabo la toma de posesión de la nueva corporación municipal a las 12:00 de la mañana. Partiendo de que cada una de las asambleas repartidas por toda España tiene autonomía y se autogestiona como mejor considera, no entendemos como mientras por toda España a la hora de las tomas de posesiones se organizaron caceloradas y otros actos de protesta, en Conil se dejó pasar la oportunidad de expresar el malestar que los propios miembros de la asamblea dicen tener hacia los políticos. ¿Por qué no se convocó a las doce? Todavía no conocemos las razones.
Se podría esgrimir que nuestros políticos locales no tienen culpa de ese deterioro, que ellos no pueden influir en los mercados financieros ni obligar a los jueces a que no desahucien a los que no pagan sus hipotecas. De acuerdo. Pero también es verdad que los “indignados” no pueden ir a la sede del FMI a protestar, ni pedir una cita con Ángela Merkel. Creemos que es una cuestión simbólica. Los políticos locales, de los que no dudamos de su honradez, sí son el símbolo más cercano que tenemos de un sistema que ha dejado de funcionar bien. Nadie de momento les culpa directamente de las disfunciones del sistema, pero sí participan y se integran en él, y por lo tanto deberían ser, según nuestro parecer, uno de los objetivos simbólicos de las protestas.
Nosotros lo vemos así: los mercados financieros, tras los cuales no se esconden más que individuos, corporaciones y multinacionales empresariales sin escrúpulos, han atacado descaradamente el bienestar y los derechos de los ciudadanos. La única barrera defensiva que teníamos los ciudadanos eran la política y los políticos que elegimos, y éstos nos han fallado. Primero desprotegieron todo lo que somos como sociedad y pueblo: nuestro patrimonio; nuestra historia; nuestra naturaleza; y se la entregaron gustosamente en nombre de no se sabe que riqueza y por unas migajas adecuadamente repartidas, para inmediatamente después dejarnos completamente vendidos, desamparados y completamente solos ante las nuevas reglas de juego dictadas por los gurús de instituciones remotas de las cuáles ni siquiera sabíamos que existían, y que de pronto pasaron a ser los nuevos “tótem” de nuestra vida cotidiana: fin de un estado del bienestar que pagábamos nosotros (esto hay que recordarlo para que no nos engañen); desprotección social de los que la rueda de la macroeconomía va convirtiendo en parias y excluidos del sistema; y un mensaje claro: “…que cada uno salve el culo como pueda”.
¿Qué han hecho los políticos? Nada, plegarse y salvarse a ellos mismos. Si un acto democrático y reivindicativo ante los nuevos concejales no es un acto propio de este movimiento, ¿cuál lo es?
La segunda consideración tiene que ver con los ciudadanos que integran y participan en esta asamblea local. Si alguien pudo acudir o estuvo presente en Madrid sabrá de lo que hablamos. En Sol solo se habló de política, de una nueva política hablada por los ciudadanos, sin cortapisas, sin órdenes de partido, sin estrategias electorales, sin pactos antinaturales en escondidos pasillos, sin disciplinas, sin votaciones amañadas,… allí por fin se habló en España de política con mayúsculas: de la política entendida por el pueblo. Cada uno de los ciudadanos que estuvieron allí se liberó, soltó su rabia, su malestar, su impotencia, su desesperación. Pero también se propuso, se debatió y se intentó diseñar un nuevo marco político en el que los ciudadanos y su bienestar fueran la piedra angular en torno a la cual giraran las decisiones políticas. Todo esto pudo hacerse porque había una única condición indispensable; la única que de facto todo el que estuvo allí aceptó: nada de políticos en Sol.
Así que cuando comprobamos que en la asamblea del 15-M de Conil no sólo había políticos profesionales, sino concejales electos, y que además formaban parte del equipo de gobierno que tomó posesión por la mañana, todo nos chirrío terriblemente. Para nosotros, la presencia participativa de estos dos concejales es una incongruencia. Alguno se ha encargado de decirnos que los concejales pueden asistir a estas asambleas como ciudadanos. ¡Qué equivocado está y que poco entiende lo que significa asumir un cargo público! Ese señor o señora que asume y ostenta un cargo político, y más con responsabilidades de gobierno, pasa a ser un personaje público cada segundo de su mandato. No puede desligar sus funciones públicas cuando él quiera y cómo quiera, o desdoblarse y convertirse cuando le convenga en ciudadano. No funciona así y parece mentira que los veteranos no les hayan puesto sobre aviso. Claro que el movimiento 15-m quiere que los políticos acudan a las asambleas y a los debates, pero señores, sólo a escuchar, a tomar nota de lo quieren las personas, a comenzar a pensar en cómo articular una democracia más participativa y a hacerse eco de las reivindicaciones que allí se formulen. Estos foros son de los ciudadanos y para los ciudadanos. Ellos ya tienen los suyos; donde debatir; donde exponer; donde poder expresarse: los órganos de sus partidos, las convenciones políticas; y los plenos municipales. ¿Por qué tenemos que consentir que ocupen también nuestro espacio, un espacio que los ciudadanos han abierto a codazos? Porque no nos engañemos, los políticos nos prefieren dóciles, callados. Sí, también nos quieren comprometidos, activos y despiertos; nos quieren ver trabajar como voluntarios, asistiendo a los necesitados, comprometidos con causas justas o enarbolando las banderas que ellos no se atreven a tomar por miedo a enfrentarse a otros poderes, a otros políticos o a romper pactos de poder en otras instituciones. ¿Y qué ocurre cuando los ciudadanos dicen basta? ¿Cuándo dicen que se acabó? ¿Cuándo exigen también poder hablar y participar más directamente en las decisiones? Ocurre que mandan a sus apaga fuegos a extinguir las llamas, y si estas son demasiado poderosas, a controlarlas y a intentar perimetrarlas hasta que se extingan sin que causen demasiado daño.
Por supuesto que el espíritu de la asamblea debe ser abierto, y no debe consentirse la expulsión o el rechazo explícito de una persona. Son ellos, los políticos que estuvieron allí los que deben hacer un ejercicio de reflexión y de autocensura. Solo aplicando un poco de sentido común entenderán rápidamente el daño irreparable que hacen a este movimiento ciudadano participando activamente en él. Nada personal nos enfrenta a ellos, es más, sabemos que son personas jóvenes y comprometidas socialmente, y que quizá aporten un aire sano y renovador a su partido y al gobierno municipal, pero su sitio ahora no está en la calle, sino en las bancadas de los plenos, donde deben transmitir el mensaje de los ciudadanos.
Resumamos las consecuencias de esta implicación en el futuro del movimiento, fenómeno por otra parte que no sólo está apareciendo en Conil, sino en muchos lugares de España, donde los tentáculos políticos comienzan a desperezarse después del susto del 15-M:
1- Su presencia implica que muchas personas que confiaron y creyeron en la utopía de un movimiento ciudadano libre de políticos y de sus consignas renieguen de él y dejen de asistir y de participar. Es seguro que las asambleas perderán más gente que la puedan ganar con la presencia de militantes políticos.
2- La esencia de las reivindicaciones perderá todo su sentido. ¿Cómo puede ser alguien sujeto activo y pasivo al mismo tiempo? ¿Cómo puede ser a la vez emisor y receptor? ¿Cómo un político va a colaborar en propuestas que el mismo tendrá que juzgar al otro lado de la mesa? ¿Cómo se puede ser juez y parte sin que todo quede contaminado? ¿Cómo puede alguien reclamarse a si mismo?
3- Su presencia y el intento de domar a los ciudadanos infiltrándose y controlando el movimiento supone un fracaso rotundo de éste. El carácter apartidista fue la seña de identidad de este movimiento en su nacimiento. Este carácter fue lo que le permitió echar en cara a toda la clase política, sin distinciones, sus desmanes y su debilidad. Rápidamente la parte más retrógrada de la clase política, sintiendo sus sillones tambalearse, acusaron al movimiento de estar altamente politizado. ¿Qué hacemos ahora, les damos la razón? Si acusan al movimiento de ser una mera tapadera de los intereses de un partido político determinado, ¿con qué argumentos les contradecimos? Politizarse en un sentido u otro supone, que nadie lo dude, el repudio inmediato de la otra mitad ideológica de este país, que ni tan siquiera se va a molestar en escuchar, y al fin el fracaso más absoluto de un movimiento que nació libre y que poco a poco va politizándose y perdiendo su atractivo y su ideario.
No son los políticos los que van a cambiar la sociedad. Ya han demostrado que no pueden. Han tenido casi 40 años para hacerlo y al final han quedado reducidos a meras marionetas que actúan movidos por los hilos que manejan los “grandes grupos de interés”. La razón es simple: dijeron “esto queremos”, y presionaron hasta que los políticos cedieron. Y es ahí donde se plantea la batalla. La sociedad civil y los ciudadanos son los que ahora tienen la responsabilidad de cambiar los modelos. Los políticos perdieron hace unos años su oportunidad y no es justo que arriben ahora algunos arrogándose el espíritu de este movimiento ciudadano o reclamando para si un protagonismo que no deberían tener. ¿A quién se quiere engañar? También en este municipio nuestro se han utilizado los parámetros que nos han llevado a esta situación. Bien es cierto que con mesura y no de forma genérica, pero sí en muchos casos de forma arbitraria, sin escuchar a aquéllos ciudadanos que tenían otra opinión, y por supuesto sin arbitrar jamás fórmulas de democracia participativa. Nuestros políticos saben qué es La Laja, saben que nuestras opiniones, proyectos o propuestas siempre van acompañadas de un trabajo previo, serio y documentado. Que jamás decimos “no” sin previamente haber articulado una propuesta coherente, y que no tenemos inconveniente en aplaudir cuando consideramos que se ha acertado. Si tenemos criterio, ¿por qué no se han estudiado nuestras propuestas más allá del ego personal y de la imposición por sistema? ¿Por qué no se nos ha escuchado en la restauración de La Chanca cuando fue un miembro de La Laja quien logró su protección y desde aquí se ha luchado siempre por su conservación? ¿Por qué antes de vender por calderilla el bosquecillo de La Fontanilla al multimillonario Llul no se preguntó a la ciudadanía si prefería que ese emblemático espacio se recuperara para el disfrute de todos? ¿O es que aquí en los últimos cuatro años se ha hecho algún referéndum y somos los únicos que no nos hemos enterado? ¿Acaso se ha pedido la opinión de los ciudadanos en algún momento sobre algún tema? ¿Se ha contado con esta sociedad para algo más que no sea ir a votar?
No, aquí no ha habido ninguna fórmula alternativa al sistema. Ni siquiera se ha planteado. No se ha querido gobernar con el pueblo, así que ahora no deberían participar en las decisiones y posturas que adopten los ciudadanos ni ir por toda España dando lecciones sobre democracia participativa. Ningún partido la ha querido jamás porque siguen teniendo miedo de las masas.
En definitiva, este maremoto que ha supuesto la emergencia de un amplio colectivo de ciudadanos dispuesto a ponerlo todo del revés, se enfrenta a un reto ciclópeo, el de ser capaces de ejercer una presión mucho más asfixiante sobre los políticos que la que puedan practicar los grupos financieros amparados y secundados por las políticas monocordes impuestas por las instituciones supranacionales, hasta llegar a romper esa relación melosa y complaciente que mantienen, y será entonces cuando miren por fin y de nuevo hacia los ciudadanos.